Los atributos femeninos han tenido una gran influencia en las decisones de los hombres desde tiempos inmemoriales. Un claro ejemplo ocurrió alrededor del 300 a.C en Grecia. Una de las cortesanas más bellas de su época, Mnesarete (algunos autores la llaman Friné), se enfrentó a un proceso judicial bajo las acusaciones de impiedad y libertinaje. Para su defensa contaba con un gran orador pero la gravedad de los cargos hizo que se le torcieran bastante las cosas. Ante el mal panorama que se le presentaba, el orador decidió tomar medidas drásticas. Sin previo aviso arrancó la ropa a su defendida hasta dejarla desnuda e interrogó a los allí presentes: ¿Seréis capaces de condenar a la mismísima diosa Afrodita?. Parece ser que los encantos de Mnesarete eran tales que el tribunal no pudo hacer otra cosa que no fuera absolverla, lo que demuestra que ya en la Grecia Clásica tiraban más dos tetas que dos carretas.
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