El Parlamento de Hungría se construyó con la intención de transmitir la mayor majestuosidad y postín posible, lo que sin duda querían reflejar también los parlamentarios de principios del siglo pasado, y que mejor manera de demostrar una buena posición que con un buen cigarro habano. Tanto era así, que en los pasillos del Congreso, junto a las puertas de las Cámaras se instalaron ceniceros para que depositaran sus puros todos y cada uno de los diputados mientras departían en sus escaños. Eso sí, se aseguraron de que cada ranura estuviera numerada según el asiento de su dueño (imagen). De este modo se aseguraron evitar que un diputado fumara el puro de otro por error (o quizás por la mejor calidad del cigarro del vecino). Durante los plenos, todos depositaban sus puros en los ceniceros antes de entrar, muchos de ellos aún encendidos, de modo que en frecuentes ocasiones se les consumían si se quedaban escuchando o su intervención era muy larga. Por eso en el Congreso de Budapest se dice que un buen discurso bien vale un habano.
Anécdotas, curiosidades y chismorreos de las sociedades y personajes más relevantes a lo largo de la Historia
Autor
Rubén de Vicente María Licenciado en Periodismo por la IE Universidad de Segovia. Máster de Periodismo del diario ABC y la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad redactor de Nacional e Internacional de Castilla y León Televisón
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