martes, 22 de abril de 2008

Mejor la tripa llena que un buen discurso

Luis XIV, el Rey Sol, se desplazó un día hasta un pueblo de la Provenza francesa para mantener una reunión prácticamente protocolaria con las autoridades locales a eso del mediodía. Debido al tiempo que se tardaba entonces en los desplazamientos, en carruaje, el monarca no había comido prácticamente nada en toda la mañana. Una vez en el pueblo, el alcalde local cogió aire y arrancó con lo que parecía un discurso elaborado: "En la más remota Antigüedad, Alejandro Magno...". Y ahí se quedó su discurso pues Luis XIV le interrumpió: "Alcalde, Alejandro Magno había comido y yo no". Sin más el monarca dio media vuelta y se fue a comer, dejando plantado al munícipe con la palabra en la boca.

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