El Imperio romano necesitaba numerosos ingresos para poder hacer frente al caro mantenimiento de sus legiones en todos los confines de sus vastos dominios. Por ello, varios emperadores no dudaron en gravar cualquier aspecto que se les ocurría para que siguieran llegando sestercios a las arcas públicas.
Así, Nerón decretó el "vectigal urinae", el impuesto de la orina, que establecía unas tasas para los artesanos que utilizaban esta excreción humana de sus ciudadanos (que depositaban sus micciones en unas bacinillas que posteriormente vaciaban en una letrinas públicas) para curtir las telas.
Unos años más tarde, el emperador Vespasiano decidió volver a implantar este gravamen urinario ante el asombro de su hijo Tito (el futuro emperador), que, asombrado por una medida así con una sustancia excrementicia, recriminó a su padre la decisión. Pero Vespasiano cogió monedas de las primeras recaudaciones por el uso del pis y se los dió a oler a Tito dicéndole: "¿Te parece que esto huele mal?". Ante la negativa de Tito el emperador sentenció: "Pues esto es el producto de la orina".
Fuentes: National Geographic Historia / UNED
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